El vino chileno y la dieta mediterránea: un encuentro de sabores para un estilo de vida saludable

Chile, tierra de contrastes y cuna de exquisitos vinos, ofrece una variedad de etiquetas que pueden acompañar perfectamente un estilo de vida saludable. Ya se ha comprobado que, más allá del placer que provoca en el paladar, el consumo moderado de vinos aliado a una dieta saludable como la mediterránea es beneficioso para la salud.

Rica en polifenoles, esta bebida fermentada del jugo de uvas ha sido objeto de numerosos estudios que sugieren contribuciones a la salud cardiovascular y a la longevidad. El resveratrol, presente en la piel de las uvas, ha captado la atención de los expertos en nutrición por sus propiedades antioxidantes, anticancerígenas y antinflamatorias, las que podrían reducir el riesgo de enfermedades cardiacas y el cáncer. Presente en el vino blanco y, debido a la maceración, en mayor cantidad en el tinto, este polifenol junto con el bajo contenido en calorías convierte al vino en una opción más sana en comparación con otras bebidas alcohólicas.

También beneficiosa para la salud, y principalmente para la del corazón, es la dieta mediterránea, con su modelo de alimentación variada y equilibrada basada en alimentos frescos y naturales, como frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, frutos secos, pescado y aceite de oliva. Estos alimentos son ricos en nutrientes y antioxidantes y, combinados con el consumo moderado de vino, proporcionan beneficios para la salud del corazón y el cerebro, reduciendo el riesgo de enfermedades cardiacas, accidentes cerebrovasculares, diabetes, cáncer y otras enfermedades crónicas.

Con sus valles únicos y bajo la influencia de diversos microclimas, el vino chileno tiene una diversidad de estilos que pueden maridar con una gran variedad de platos mediterráneos. Para partir por los blancos, un Sauvignon Blanc costero del valle de Casablanca o de San Antonio, con su acidez refrescante y cuerpo ligero, es la combinación ideal para un jugoso ceviche de pescados de carne blanca. Una armonía muy similar se puede encontrar al maridarlo con un plato de ensalada griega con queso feta, donde la frescura y acidez de la bebida complementan el frescor del pepino, la acidez del tomate y el toque salino del queso. El mismo Sauvignon Blanc, por su delicadeza, también puede ser la pareja perfecta de una ensalada de tomates con mozzarella fresca y albahaca.

Un Chardonnay chileno de uvas cultivadas en los suelos calcáreos del valle del Limarí, con sus notas frutales y un poco más de cuerpo, es un buen aliado para preparaciones a base de verduras asadas con queso fresco de cabra, al igual que para un pescado blanco a la plancha con un toque de hierbas aromáticas. Este estilo de vino, corpulento y de sabor intenso, puede crear una grande sinergia con la cremosidad de un chupe de mariscos o un pastel de jaiba. Y cuando la preferencia es por los tintos, un Pinot Noir proveniente del mismo valle y servido a la temperatura adecuada equilibra la mezcla de sabores de una empanada de mariscos con un toque de pebre.

Para un paladar que pide algo más corpulento, un Carmenère del valle del Cachapoal, con sus notas especiadas y suave estructura tánica, equilibra a perfección el carácter graso de un pescado como el salmón preparado a la parrilla. Y para variar las fuentes de proteínas de la dieta mediterránea, que considera un bajo consumo de carne, un lomo de cordero al romero acompaña exquisitamente un Cabernet Sauvignon del valle del Maipo. Este estilo de tinto, con estructura robusta y notas intensas de frutas negras le hace el contrapunto al sabor marcante del cordero.

Así es como el vino chileno y la dieta mediterránea se entrelazan en una danza de sabores que, además de deleitar el paladar, nutre y protege el cuerpo. Incorporar etiquetas chilenas a la dieta eleva la experiencia gastronómica e invita a celebrar la riqueza cultural y la diversidad de sabores que ofrece Chile. Y para alcanzar todos los beneficios de estos exquisitos maridajes, es fundamental tomarse el tiempo de apreciar el placer que nos brindan la comida y el vino. ¡Salud!*Las imagenes son cortesía de Imagen de Chile.

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Aunque beber alcohol en pequeñas cantidades puede ser agradable, también puede afectar nuestra capacidad cognitiva, estar menos atentos y disminuir nuestro tiempo de reacción. De hecho, el consumo de alcohol es la causa principal de accidentes de tráfico.

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